La ciudad de Burgos es un lugar magnífico para pasear y callejear. Su amplio centro histórico permite múltiples y diferentes visitas, unas de otras. En su inmenso patrimonio histórico y arquitectónico se encuentran todos los estilos más importantes de la Edad Moderna y permiten ser visualizados con claridad por los visitantes.
Muchos de los itinerarios turísticos de la ciudad empiezan en el Conjunto de San Juan. Este conjunto está formado por el arco sobre el río Vena que marca la entrada de los peregrinos a la ciudad, la iglesia de San Lesmes y el antiguo monasterio de San Juan. La vista de este magnífico monumento ya es extraordinaria por sí misma. El color ocre de sus viejos ladrillos contrastan poderosamente con los grises de la Burgos más moderna.
Paseando unos diez minutos, llegamos a la Plaza Mayor. En este impresionante lugar encontramos el Ayuntamiento de la ciudad, que permanece en esta ubicación desde el siglo XVIII. El color que predomina en la plaza es el rojizo. La amplísima plaza permite descansar, admirarla, recorrerla y fotografiarla con todo tipo de detalle. Esto es precisamente lo que hace el turista que llega por primera vez. Sin embargo, una vez saciado el apetito de lo nuevo, la Plaza Mayor de Burgos merece ser digerida con reposo. Así ocurre con los viajeros pausados y los vecinos conscientes de la riqueza de cada uno de sus rincones y recovecos.
A pocos metros de la Plaza Mayor, y antes de adentrarse en el conjunto catedralicio se encuentran Las Llanas, una zona donde parece detenerse el tiempo. Las fachadas antiguas apoyadas en soportales sobrecogen a los visitantes con un mínimo de sensibilidad artística.
Los vivos colores con los que están decoradas dichas fachadas combina perfectamente con el conjunto histórico. Los pilares sobre los que se apoyan los grandes pórticos son rectangulares y de piedra, y constituyen auténticos testigos de las diferentes épocas de la ciudad. El suelo empedrado es elemento perfecto que falta para la completa ambientación. De hecho, cualquier rincón de esta zona podría ser un decorado maravilloso para una película o serie de época.
Mucho se ha escrito ya sobre la Catedral de Burgos, y en este caso no se van a reiterar los numerosos encantos de que dispone este lugar. Sin embargo, la sensación del viajero es de una contenida impresión al contemplar la espectacularidad, la altura y la majestuosidad del entorno.
Con independencia de las creencias religiosas del turista (si es que las tiene) el entorno llena a todos de una admiración inconmensurable, al tiempo que se trata de alcanzar de una sola mirada el ancho, y sobre todo el alto, de tan magnífico monumento.
Cercano a la zona de la Catedral el callejeo se hace más reconfortante, pues se encuentran muchos bares, mesones y fondas donde puede reposar el viajero. Desde los famosos pinchos o tapas típicos de la ciudad hasta los lugares donde degustar las mejores carnes o la típica morcilla de Burgos.
El excelente vino de la zona solazará la sed de los turistas y les proporcionará las energías necesarias para seguir callejeando por esta milenaria ciudad, llena de encantos y atractivos.
Después del descanso del mediodía, el viajero no debe dejar pasar la ocasión de contemplar el Arco y Torre de Santa María o acercarse a la zona donde se ubica el Centro Cultural Francisco Salinas o Antigua Alhóndiga. Las sorpresas que aguardan a los turistas más decididos tendrán su recompensa.